Les parecía que la madrugada llegaba temprana y necesitaban
que la oscuridad protegiera sus mundos en plena transición. No era la ilusión
lo que les mantenía, era solo curiosidad. El amoratado horizonte comenzaba a
llamar a las ventanas y el frío intentaba interrumpir el murmullo. Intentaban
arreglar el mundo sin dejar que el mundo pudiera arreglarles a ellos. Eran
imperfectos, pero su imperfección apenas se notaba bajo el olor a tabaco de
aquella habitación.
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