miércoles, 14 de octubre de 2009

MadriZ



[...]Otra vez la misma visión, ahora ya lo entendía. Esta vez fueron mis ojos los que se llenaron de lágrimas, mi cabeza confundida. Adán seguía agarrándome por la cintura, yo no quería que me soltase, pero no podía dejar ir así a Nuh, de un tirón me desenganché y salí corriendo.
Corrí, corrí y corrí muchos kilómetros con los tacones en la mano, Adán me seguía gritando
-Steffan, ¿estas loca? ¡Deja de correr! Hablaremos con ella mas tarde, deja que te lleve a casa.
Él no entendía el riesgo de que me llevara a casa, no entendía que había cometido un error, NO SABIA lo que era elegir entre el amor y la amistad, no lo sabia y nunca lo haría.
-¡Tu no lo entiendes!, ¡No entiendes nada!¡Nuh lo es todo para mí, TODO!
¿Y yo? ¿En que lugar quedo yo ahora, Esteffany?-Paré en seco, estaba fatigada, casi no podía articular palabra, el aire entraba a borbotones por mi boca y me quemaba la garganta, giré sobre mis talones delicadamente, Adán había parado a unos metros de mi y me observaba mientras jadeaba de agotamiento. Su pregunta me hizo reflexionar y con los ojos y la cara llena de lágrimas solo me apeteció una cosa, resguardarme en sus brazos mientras me besa, sentir una tras otra las sensaciones que esto me produce, pero pensándolo fríamente debía seguir corriendo, debía alejarme de el aunque eso me partiese el corazón.[...]


Ana Bear Rados

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